El pasado jueves día 20 tuvo lugar el acto inaugural de la III Edición del Festival de Series de Canal + en el Cinesa Producciones de Madrid. El acto, que comenzó a las 19 horas, estuvo protagonizado por Robert Kirkman, padre de 'The Waking Dead', quien pudo estar presente gracias a una videoconferencia realizada desde Los Ángeles. Como representación española tuvimos a Álex de la Iglesia y a Antonio Muñoz de Mesa, además de la encargada del blog del festival, quien con un más que correcto inglés realizaba las preguntas a Kirkman.
Él, aunque no de cuerpo presente, estuvo espléndido y simpático, y toda la sala quedó encantada con el resultado final. Cero problemas técnicos y cero complicaciones que, sumado al desparpajo del estadounidense, dieron como resultado una apertura excelente para el festival.
Posteriormente, Álex de la Iglesia se quedó solo en el escenario para leer un discurso sobre el mundo de las series en general y 'The Walking Dead' en particular. Te puede caer peor o mejor, pero lo cierto es que aquí el tío estuvo genial. Nada faltó y nada sobró en sus palabras, que terminaron con una fuerte ovación del público allí presente. También es verdad que poco pintaba un director de cine en este festival, y que su charla fue más encaminada a una crítica a la industria que a hablar sobre el fenómeno televisivo de las series. Aún así, vuelvo a decir que estuvo más que acertado. A continuación, os dejo el discurso que dio el pistoletazo de salida a esos cuatro días mágicos que todos los amantes de las series vivimos en Madrid:

"Tengo un problema. Me dedico al cine, pero como espectador
prefiero las sieres. Estamos aquí para hablar de una serie de zombies, y no
sobre películas de zombies a las que estábamos hasta ahora tediosamente
acostumbrados. Obviamente esto no es solo cosa de Kirkman o Frank Darabont.
Esto es un fenómeno que trasciende, pero que ‘The Walking Dead’ ejemplifica de
manera magistral.
En primer lugar, el mundo del cine está dominado no por los
criterios de un estudio, o los de un director o productor o guionista o por los
intereses del público, como podría parecer natural. La industria, desde hace
tiempo, está fundamentalmente dirigida por abogados. Grandes empresas de
representación como ‘ACM’ o ‘William Morris’ son los que ponen en marcha en su
origen los proyectos cinematográficos. Las películas se construyen, la mayoría
de las veces, a través de las necesidades de una compañía que representa a un
actor. Sus abogados buscan proyectos específicos para su representado y ponen
de acuerdo a guionistas para que trabajen en su desarrollo. Un actor y su
productor ejecutivo pueden llegar a tener doce o quince proyectos en
desarrollo, de los que solo uno verá la luz. Esto he tenido oportunidad de
comprobarlo personalmente.
Son los abogados los que eligen los guiones. Son los
abogados los que generan paquetes donde el guionista, el director, se
convierten en piezas que encajan en el puzzle de la producción. Las decisiones
que se toman a cerca de qué historia contar y cómo contarla se establecen a
través de un estudio de mercado. Y, ¿cuáles son las necesidades de ese mercado?
Los criterios artísticos y creativos, que sería lo normal,
dan paso a las valoraciones económicas de viabilidad. Un proyecto necesita
triunfar en taquilla, por lo menos en cine, y para ellos cumplir una serie de
requisitos.
Primero: intentar no contar nada nuevo, sino precisamente
repetir más de lo mismo. No es rentable arriesgar el presupuesto de una
producción sobre un material del que no se tienen referencias. No se puede
sorprender al espectador con algo que le confunda, por lo que es recomendable
que ya lo haya visto anteriormente. El espectador debe encontrarse con lo mismo
diferenciado. Es decir, la misma ensalada pero con diferente salsa. De ahí el
interés por los remakes que actualmente pueblan los cines. Los abogados buscan
reproducir una y otra vez la misma película, pero con otros actores o con una
distinta puesta en escena.
El género fantástico es en el que en mayor medida se sufre
este proceso de involución. Las mismas películas de zombies así lo demuestran:
George A. Romero, como un zombie, ha sido resucitado, asesinado y vuelto a la
vida docenas de veces.
El segundo punto esencial es intentar no molestar a nadie,
que el abanico del público sea lo más amplio posible. De ahí que en producciones
de alto presupuesto los guiones sean tan planos y previsibles. La película
tiene que gustar a los adolescentes en primer lugar, que son los que más acuden
a las salas. Después tiene que gustar a los niños, y no ofender a los padres,
porque no les llevarán al cine. Por último, tiene que apoyar los valores
establecidos: la familia es la clave. Todo el cine que produco Hollywood es
básicamente ‘Disney': familiar, bien intencionado y moralmente impoluto. No es
una decisión política, es exclusivamente económica.
Digerido todo esto el público se enfrenta los fines de
semana a productos de consumo que se olvidan al día siguiente. Las películas se
queman el primer fin de semana. A los abogados, que no trabajan en el cine como
creadores, esto les importa bien poco. Si los técnicos y los artistas ‘palman’
en películas de usar y tirar no es su problema, siempre habrá nuevos actores,
guionistas y realizadores que ocuparán su puesto. Y, ¿qué dice el espectador de
todo esto?¿Qué decís vosotros a cerca de todo esto?
Muchos no lo sabéis, mucho
no lo saben, a otros no les importa: aceptan el juego porque no han sido
educados para jugar a otra cosa. Pero afortunadamente no todos, sobre todo
ahora. Creo que el éxito de las series precisamente proviene de esta sensación
de hartazgo. Yo creo que se ha sobrevalorado al espectador. Actualmente hay un
público visualmente muy informado, culto en imagen, difícil de engañar. Es
posible que la cultura ya no se identifique exclusivamente con la literatura.
Hay gente muy culta visualmente. Quizás no haya leído ‘La Celestina’ o ‘El
Arcipestre de Hita’ pero sí ha visto toda la filmografía de Wes Craven, por
ejemplo, y esto es importante.
Yo creo que este público busca otro tipo de contenido, está
también harto del mainstream. Os pasa a vosotros y me pasa a mí como
espectador. Solo en ciertos canales de televisión se dan las condiciones
necesarias para poder ofrecer algo distinto.
La televisión por cable tiene un mercado más cerrado que
permite arriesgar mucho más. Los productores ejecutivos de las series de
televisión buscan precisamente diferenciarse para competir con productos
cinematográficos que manejan un presupuesto mayor. La cuestión es esa, ofrecer
algo que el cine ha olvidado hace ya mucho tiempo: un producto inteligente.
¿Cómo se ha producido el milagro? Para mí el milagro se
produce en HBO y se llama ‘Los Soprano’. Es el momento en el que todo casca.
Alguien hace algo muy bueno, moralmente inaceptable, con personajes corruptos,
con personajes malos. Lo peor de todo: malos, corruptos pero los comprendes y
los quieres. HBO enciende la mecha de la explosión que romperá los moldes
anquilosados de la televisión tradicional. Esa explosión destroza los esquemas
de producción habituales desde su origen.
En primer lugar, las historias van dirigidas a un público
adulto, cosa que ya es de flipar. Yo creo que la primera sensación de que algo
iba mal la tuve con la segunda trilogía de Star Wars, ¿no? Un público adulto
sin concesiones a la familia, a los sentimientos fáciles o a la corrección
política. Eso es nuevo y, claro, lo nuevo gusta.
Los finales no son previsibles, son extraños y
desagradables. El público comienza sorprendiéndose, luego fascinándose, para después
engancharse. En un episodio todo puede cambiar, porque la estructura narrativa
de una serie, a diferencia de un largo, lo permite. En una serie no hay un arco
que mantener. Los personajes, las tramas, pueden desaparecer y morir. Eso sí,
manteniendo siempre una consistencia y una solidez del conjunto. Esto es lo que
nos dice que la serie mola.
El público se enfrenta por fin a productos inclasificables
donde los personajes puede que no actúen como uno se espera, cosa que ya no
sucede en ninguna película. Lo único que nos sorprende es la forma en la que
ocurre. Aquí los guionistas se estrujan el cerebro para sorprender, atado
siempre a las necesidades de una coherencia unitaria global necesaria para que
el público no pierda interés y se desenganche. Las series tienen ahora más que ver con la novela decimonónica
por entregas, Dickensiana, que con el esquema de narración clásico habitual.
Ahora tenemos la oportunidad de disfrutar de algo único: una
serie de zombies. FOX ha tenido la valentía de apostar por un producto en el
que los zombies pierden cabezas, y además de verdad, en prime time. La sangre
salpica. Lo curioso es que eso es lo de menos. Lo fuerte de la serie es lo bien
que están desarrollados sus personajes. En sus relaciones, en contar su
historia, su día a día rodeados de una realidad de pesadilla.
Los protagonistas son empujados a vivir en una comunidad de vecinos
muy desagradable. Una comunidad de vecinos aburridos y lentos, que no hablan ni
sienten, que solo quieren chuparte la sangre y amargarte la existencia.
Es una serie de zombies… ¿o es un drama sobre la vida de
cualquiera de nosotros que estamos aquí en esta sala? ¿no os sentís así? ¿por
qué nadie reacciona? ¿por qué todo el mundo se mueve en rebaños como los
muertos vivientes de Atlanta? ¿no os sentís rodeados de zombies? ¿no creéis que
sería mucho mejor si nos enfrentáramos a ellos?
¿No echáis de menos una recortada en las manos? Esto lo dejo
ya a nivel de debate"