martes, 27 de marzo de 2012

'Skins’: “goodbye”



Me imagino a Bryan Elsley y Jamie Brittain en un cuarto con poca luz, fumando; fumando sin parar. Alguna botella de alcohol, supongo que vodka, y restos de las juergas que se habían corrido la semana anterior. El cuarto está en un edificio a las afueras de Bristol, y allí el cielo siempre está encapotado (aunque a veces es de un azul que da miedo) y los colores siempre son preciosos.

No sé quién empezó, si Bryan o Jamie. El caso es que estaban los dos solos, en una habitación oscura, y el primero le dijo al segundo: “Vamos a hacer una serie de adolescentes”. El segundo, extrañado, le contestó: “¿Otra?”. El primero insiste: “Sí, pero esta va a ser diferente. Van a ser adolescentes de verdad, atormentados; atormentadísimos. Va a haber drogas, y sexo, y peleas, y escenas durísimas”. Ante estas declaraciones, el segundo se queda un poco confuso, aunque le encanta la idea. “¿No nos censurarán?”, pregunta. “Me la suda- responde el primero- esto no es España”.

Y así nace Skins. Bueno, así es como me imagino que nace Skins. De la mente de dos jóvenes prometedores que deciden romper moldes, y que se reúnen de un equipo de gente joven para crear un drama joven. El resultado lo comienza a emitir E4 en Enero de 2007, y la jugarreta se ha llevado, a día de hoy, dos Premios BAFTA y gran cantidad de reconocimientos por todo el globo.


La pregunta: ¿por qué hablo de ‘Skins’?. La respuesta: porque la serie, como tal, ha terminado para siempre. 6 temporadas, 3 generaciones, 55 episodios y 28 personajes después, Skins dice adiós. Se despide en lo más alto, en la cúspide de calidad donde solo ‘Skins’ se podía despedir. Pero aunque nos joda, mejor ahora, mejor un adiós dulce ahora que uno de esos que se nos atragante y nos pueda saber un poco a ‘Misfits’ y a su tercera temporada. Eso no, por ahí no paso.



Todo empezó con unos ojos, con una mirada que nos advertía de que nos íbamos a meter de lleno en el juego; todo empezó con él. Tony nos miraba en el segundo uno de la serie. Y desde ahí, one by one. Episodios de personajes o personajes por episodio. Cada uno nos contaba una de sus historias, cada uno nos ponía en una piel distinta. Y así vinieron Cassie y Sid y Michelle y Maxxie y Jal y Chris y Anwar y Effy y todos juntos y revueltos y mojados en un lago tras tener un accidente con una furgoneta. Y es ahí cuando nos damos cuenta de que estos chicos son un desastre, pero nos caen bien. Ya nos hemos sentido un poco de cada uno, y así va a seguir. Pero esta panda de chavales de Bristol nos va a hacer sufrir, coño que si lo va a hacer. Y se desencadenó la hecatombe.

Y Tony está en el suelo, y sangra. Y Effy lo tiene en brazos, y grita, con ese gesto de esperpento que nunca supimos bien si era rabia, alegría, dolor, o el inicio de una locura que no terminaría nada bien; puro Valle-Inclán. Y Sid canta, que joder, que este mundo es duro. Coño. Baby baby it’s a wild world. Tony también canta, tumbado en el suelo: para él el mundo si que ha sido jodidamente salvaje. Desde entonces, este momento pasa de escena a hito, de hito a mito. Y ‘skins’ nos gana, y aplaudimos, y nos encanta. Y a la crítica le encanta y nosotros más encantados todavía.


Luego vendrá la recuperación de Tony (en la segunda temporada) el adiós y hasta la eternidad de Chris. Vendrá la nueva pareja: Nueva York y Cassie; donde nacerá y se perpetuará la otra por excelencia: Sid y Cassie. Pero luego vendrá Effy. Viene Effy, tumbada en la cama de Tony, su hermano, y la cámara se fija en sus ojos. Azul mar, azul cielo, azul hipnótico, azul qué se yo. Azul Tony coño. Nos mira, como lo había hecho su hermano. Pero ahora nos sonríe, y esta vez nos reta de verdad: “Prepárate para lo que viene, porque mírame. Tengo pintas de estar loca, y estoy jodidamente loca”


La muchacha estaba, efectivamente, jodidamente loca. Con ella (y con Pandora rescatada de un capítulo de la segunda temporada), comienza la segunda generación (y la tercera temporada).‘Skins’ se reinventa, y la jugada sale bien. Todo es más extremo, más duro. Tenemos más drogas, más sexo, más pasión, más amor, más llanto y más de todo. Pero ese más de todo incluye más fallos (pequeños) de guión y más incoherencias. Pero nos da igual. Esta generación nos trajo a Naomi Campbell (grandes) y a su enamorada enamoradísima Emily, la gemela gemelísima de Katie (Katie Fucking Fitch señores). El trastornado JJ y sus dos colegas: Freddie y Cook. Estos dos últimos, las dos puntas del triángulo que tendrá por punta la cabecita loca y el cuerpazo de Effy Stonen. Hasta aquí, ‘Skins’; a partir de aquí, locura.

La cuarta temporada nos llevó por unos atisbos de demencia desconocidos. El centro era Effy, jodidamente loca, y el resto seguían la historia arrastrados por una espiral de tristeza y depresión que comienza con la muerte de una estudiante en una discoteca. Y todo para terminar con Freddie perdiendo totalmente la cabeza (pero a hostias y a batazos. Que en paz descanse), a Effy loca ya del todo con un psiquiatra al que enamora perdidamente (y ejecutor de Fred) y a Cook enterándose de la muerte de su amigo y vengándose del tipejo psiquiatra malo malísimo y criptonita de su amor por la chica con ojos azul mar, azul cielo, azul qué se yo.


Cook, uno de los grandes personajes de 'Skins', cerraba la segunda generación con su himno y canto de guerra: “I’m Cook!”. Y con un final más abierto que cerrado, se nos iba otra generación, un poco menos afortunada que la anterior pero igualmente cojonuda.

Es entonces cuando la serie nace otra vez, y pare una tercera generación de jóvenes alcohólicos, fiesteros, llorones y depresivos a más no poder. Y señores, qué generación. Qué capítulos, qué personajes, qué todo.


Franky, medio chico medio chica, medio loca medio cuerda, medio… bueno, que no sabemos ni lo que es (¿utilizo el género neutro?). Frakie llega nueva al instituto, y allí se encuentra con las más bitch entre lo bitch: Mini y Liv. Con ellas, la angelical Gracie. Por ahí anda Nick, el guaperas novio de Mini; y un poco más allá, los colegas entre los colegas: Alo y Rich. Todo se desmoronará un poco cuando llegue Matty, hermano de Nick, tan raro tan raro tan rarísimamente extraño que conseguirá que Franky se interese por él.

Y se gustan, y se pierden en sus juegos de pasiones. Y Rich y Gracie se enamoran, y él le declara matrimonio. Y Liv se emborracha y se pierde con Matty disfrazada de perros por Bristol. Y Mini se acuesta con Nick por no sentirse mal consigo misma y un paso por detrás. Y Alo sigue en su granja virgen, casi tan virgen como él. Una cojonuda, estupenda y casi perfectamente ejecutada quinta temporada dice adiós con la boda de Rich y Gracia (tras Sid y Cassie el mejor y más verdadero amor de Skins).


Pero la señora Franky, que aún seguimos sin saber bien quién, qué o cómo es, seguirá siendo una fuente de cosas rarunas y lo empezará a ser de problemas. Que si Mini por aquí, que si Matty por allá; que si me voy a Marruecos y me tiro a un traficante para que luego me someta y me pueda pseudoviolar a gusto mientras me meto en peleas y el hermano de Matty, Nick, se enamora de mí y voy a sus brazos porque estoy más perdida que Mini en las pajas de Alo (las de la granja, por supuesto).

En la sexta temporada creíamos que no lo iban a hacer, pero lo hicieron, y nos la metieron doblada (Alo a Mini, pero esta recta y con pasión). Gracie se nos va, y se rompe un amor tan puro, tan poético y tan bello que la luz de la tercera generación se va, y todo se vuelve gris, negro y chungo. Muy chungo. Y así, con otra espiral de drama, llega Alex, el tipo gay mate muy mate de Liv; Nick entra en la locura de Franky; Matty se nos pierde; Rich se va, Rich vuelve; Matty volverá; Mini llorará… ¿Por qué cuento yo todo esto?


Todo esto, este tochazo insufrible que estoy soltando, es para situar el final de la temporada, de la tercera generación y de 'Skins'. Mini, embarazada de Alo y tras mil y un problemas frankianos, da a luz. Y nace Gracie, una nueva Gracie. Matty en la policía, arrestadísimo, y todos felices, todos comiendo perdices. El drama se torna en sonrisas (Mini), la noche se torna en día; y con un sol resplandeciente Franky abre las puertas del cuarto donde su madre la espera. Franky abre las puertas de su nueva vida.

Pero aquí, otra vez, ‘Skins’ nos mira. Nos mira directamente a los ojos. Esta vez es Rich, y nosotros somos su pseudo Gracie. Su fantasma, su amor y su Gran Hermano. Y con esos ojos encharcados pero resplandecientes, y con esa cara angelical que solo él podía tener, nos lo dice. Nos lo suelta de golpe: “Goodbye”. Y nos sonríe


Nos sonríe. Porque el viaje ha sido duro, durísimo. Pero nosotros hemos sido parte de sus vidas y les hemos robado un trozo. Tampoco vamos a pasarlo mal para luego irnos de vacío. 28 personajes extremos, difíciles y complicados; que por muy extremos, difíciles y complicados que fueran siempre tenían algo de nosotros. Por eso, y por esto, 'Skins' en especial.

No me voy a meter en fotografía, dirección, bso, etc, etc. Hablar por hablar, decir mucho para llegar a lo mismo: obra maestra. Esto es un homenaje, o un intento de. Solo voy a hablar de la despedida, de la nostalgia a partir de aquí y del hueco que dejan unos personajes que han significado tanto para algunos de nosotros. 

Y es que, qué forma más sencilla y bonita de despedirse de tantos años de alegrías y sufrimientos que una mirada, un gesto…

Qué forma más sencilla y bonita de despedirse que una sonrisa y un sincero “adiós”.


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